El🌿Olivo del 🌈Arcoiris
Un texto íntimo y simbólico que honra la presencia de nuestros chihuahuas en un olivo especial, dentro del criadero. Un homenaje que nace del vínculo y permanece en el tiempo.
Para los que ya no están, y para los que aún esperan.
Dicen que en tierras de encinas, en el corazón de Andalucía, donde la tierra respira lento y los montes guardan secretos antiguos, hay un olivo que no destaca por haber sido plantado con ceremonia ni elegido por nadie.
Está ahí desde siempre, como tantos otros. Pero fue junto al criadero donde empezó a hacerse distinto.
No por su forma, si no por lo que empezó a guardar.
Como si supiera que en ese rincón haría falta un lugar donde el tiempo pudiera detenerse.
No es el más alto. No es el más viejo. Pero es el que escucha.
Es el olivo de las almas, nuestro olivo.
Desde entonces, cada vez que uno de los nuestros cruza el umbral, su nombre se posa en una rama.
No hay ritual. No hay anuncio. Solo el gesto.
Ozzy, Tiffany, Oreste, Dama. Y el olivo los guarda. No como recuerdo, sino como parte del presente.
Como si cada hoja supiera a quién pertenece. Como si cada rama supiera a quién espera.
A su alrededor, el aire se mueve distinto. Los rosales, los álamos blancos, las adelfas y los tarajes acompañan sin pedir permiso. Y entre sus ramas, a veces, se oye el canto de una tórtola, como si alguien estuviera llegando.
No hay tristeza. Hay sombra. Hay raíz. Hay compañía.
Y aunque el otoño y el invierno traigan silencio, no será ausencia. Será espera. Porque cuando florezca de nuevo, no será primavera.
Será memoria.
Y cuando llegue nuestro momento —porque también llegará— estaremos ahí, como parte de lo que fuimos, y de lo que quisimos cuidar.
No será por costumbre. Será por convicción.
Porque ese olivo no solo guarda lo que fue, guarda lo que somos. No es una idea. Es un pacto. Una promesa íntima.
Un homenaje que nace del vínculo y permanece en el tiempo. Y nadie lo toca sin sentir que algo lo está mirando desde dentro.